El sábado, día 14, se celebró la quedada correspondiente al mes de julio. La asistencia fue bastante numerosa. Asistieron Juan Cánovas y Marian, Toni (Incahuasi), Jose del Valle (thc), Juan Luis Díaz (el Inca Paz), Enrique, Geni y el que esto suscribe.
Pero... hubo sorpresas. Se nos unió tambíen Paco, venido desde León (hay que hacerle un monumento a este hombre...) y también Chema, un apasionado -como todos nosotros- de las culturas andinas, con el agravante de que Chema ejerce. Nos decía que acababa de comprarse el billete para su viaje Nº 14 a tierras sudamericanas. En esta ocasión su destino será el Perú. Le deseamos que tenga muy buen viaje y le transmitimos nuestra más sentida envidia cochina.
La quedada empezó bien. Cuando llegamos vimos que en el comedor principal tenían instalado una especie de escenario donde se iba a desarrollar una actuación. Contra todo pronóstico no estaban esperando NUESTRA actuación, sino la de un cantante de música ligera. Nosotros a lo nuestro. Entramos en la galería donde solemos reunirnos y... vemos que hay puestos un par de altavoces enchufados a un portátil... y van y ponen música... Le decimos a la gentil camarera que bueno, que vamos a ponernos a tocar, que si puede quitar la música. Y la respuesta es que NO, que no lo van a quitar y que no podemos tocar allí.
Fuimos a hablar con quien ejerce de "jefe", por si era un arrebato de la camarera Él nos confirmó que no podíamos tocar allí, que los clientes que no quisieran participar en la cena-espectáculo iban a ir a aquel comedor. Nosotros le dijimos que no había problema, que otras veces habíamos tocado habiendo gente en el sitio en el que estábamos y nunca había pasado nada (más allá de algún ataque de histeria o leves roturas bilaterales de tímpano). El chaval nos dijo que a lo mejor nuestra música no le gustaba a la gente y que nones. No quiso escuchar nuestras razones en el sentido de que éramos clientes
de hace tiempo y que habíamos estado allí en momentos en que no había
casi nadie en el local. Que, si queríamos, nos preparaban mesas en el merendero.
Dicho así, mola. Sales al merendero, con el fresquito y tal... pero ¡Esto es GIJÓN! y pasada la puesta de sol hace un frío que flipas, así que lo descartamos.
Quedaba claro que nuestra relación con el restaurante Verdemar quedaba completamente rota. Atrás quedaban unos cuantos años de quedadas, de frío en invierno, de comida a veces buena, otras veces muy cuestionable, de trato con los camareros, especialmente (tal vez por ser la última) con esta chica de trato desabrido. También es verdad que muchas veces nos aguantaron hasta las tantas, porque no había manera de que nos fuéramos. El caso es que todo esto quedaba atrás de un portazo.
Había que buscar un nuevo alojamiento. Así, a piñón fijo, lo primero que se nos ocurría era el Hórreo, donde ya habíamos estado otra vez. Fuimos hasta allí y -la primera en la frente- vimos que el horario era hasta las once y media... preguntamos en la barra y nos lo confirmaron. Cierran a las once y media salvo que hubiera un gran lleno, en cuyo caso cerraban más tarde. No podía ser.
Entonces nos acordamos de otro chigre que hay cerca de La Providencia (yendo hacia el autocine, a mano izquierda, como a unos 500 metros del cruce de La Providencia) A ver si sale el mapa. El cruce de La Providencia está arriba a la izquierda y el nuevo alojamiento abajo a la derecha.
Ver Nuevo lugar de las quedadas en un mapa más grande
La primera sorpresa cuando fuimos a preguntar si podíamos meternos allí, es que el sitio tiene su propio aparcamiento y una buena zona de prado. Entramos y le preguntamos al dueño si podíamos meternos a tocar allí. Bueno, todo hay que decirlo, el dueño estuvo trabajando once años en un restaurante que hay como a 500 metros de allí y ya nos conocía. Nos dijo que sin problemas. Le preguntamos a que hora cerraba y nos dijo "yo no cierro nunca...". La cosa se ponía bien.
Nos invitó a pasar a un amplio salón subterráneo ¡Todo para nosotros! Allí desembarcamos con nuestros bártulos y empezamos a darle al folklore. Todo tenía buena pinta. Había que hacer la prueba definitiva. ¡TARKAS Y ANATAS....! les dimos a muerte... ¡Y no se quejaron!!. Prueba superada: Lo aguantan todo.
Seguimos dándole duro al folklore (como si nos debiera dinero) pero hoy esto no es lo más importante que hay que contar.
Pedimos la cena. Una camarera muy educada nos trajo ¡la carta!! Y resulta que había muchas cosas que se podían elegir. Cierto es que no tienen parrilla, así que se acabaron las costillas. Llevados por nuestro afán de probar y por el optimismo que se iba adueñando del grupo, pedimos como pa'una boda:
- Calamares fritos
- Costillas a ajillo
- Morcillas de Matachana
- ¡Sardinas a la plancha!!
Y....
Y....
Y....
¡PATATAS TRES SALSAS!!!!!
Todo ello servido rápida y educadamente y bien regado con un Rioja Viña Alcorta, que estaba riquísimo.
Pues bien, señores... con todo esto pagamos menos que por la comida habitual en el otro lado
En cuanto a la música, seguimos dándole sin piedad hasta eso de las dos menos cuarto de la mañana, momento en que nos despedimos de los dueños asegurándoles que próximamente nos verían de nuevo por allí.
Bueno, esta es mi visión de los acontecimientos que se produjeron en la noche del sábado, 14 de julio. Queda abierto a vuestros comentarios.
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lunes, 16 de julio de 2012
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