martes, 19 de junio de 2012

¿Toca Ud. el capador?

Sí, sí... el capador.
Cacharreando por ahí me encontré con que en Colombia y Ecuador llaman "capador" al instrumento que nosotros conocemos como "antara". Es exactamente el mismo: Tubos en una sola fila y pentatónico. Aquí, el artículo de la Wikipedia acerca del instrumento: Capador

lunes, 18 de junio de 2012

Los Machucambos

Hoy andaba yo por el Rastro de Oviedo cuando me dió por mirar un montoncito de discos.

Nada especial, hasta que me encuentro con uno de "Los Machucambos". Parece que el disco se titula "Los Indios".


Está editado en Francia, en 1963. Aunque la portada está muy rota, tiene buena pinta. Saco el disco de la funda... Está destrozadito. Tiene más rayas que el pijama del niño del pijama de rayas. Una lástima. Pido precio. La dueña del puesto, perteneciente, por supuesto, a la minoría étnica romaní, me dice que dos euros. Por si no habéis andado mucho por el rastro, dos euros es el precio de un LP en buenas condiciones (salvo que sea de Los Beatles o algo...) Le digo que el disco está como si le hubieran pasado un estropajo.

- Esos discos antiguos son todos así -me espeta-

Tiene razón. Están todos llenos de rayitas. ¿A quién le importa la dirección que lleven las rayitas? ¿Serás esaborío, payo...?

Lo miro por detrás... y aparece la sorpresa...
Para mí, Los Machucambos siempre han sido un grupo comparable a "Los Panchos" o "Los Tres Sudamericanos", es decir, grupos que hacen música de Sudamérica pero no la música sudamericana que me gusta. Bueno. Miro por detrás. Veo los temas.... toda la pinta de Los Machucambos que yo pensaba, hasta que veo que trae la composición del grupo.... Y pego un respingo. Los miembros del grupo son:
Julia Cortéz, Rafael (Rafaël, dice el disco) Gayoso y MILTON A. ZAPATA.  Como dice un amigo mío.... que el demonio me escupa en el culo si no se trata de ZAPATA. El gran ZAPATA, el luthier que ha construido las mejores quenas del mundo. Buscando en Internet resulta que el bueno de don Milton fue uno de los fundadores del grupo "Los Machucambos" (Nombre que, por cierto, parece ser que se da a los armadillos en algunos lugares de Sudamérica. Me recuerda a como se llama al armadillo en Venezuela: Cachicamo)

El disco, en sí, no merece mucho la pena. Se puede conseguir por Internet. Yo lo terminé comprando por 1,50 (sí, soy un rata y regateo siempre...)

La cosa es que conocemos una nueva faceta de Zapata e incluso podemos ver fotos de cuando era joven, sólo con poner "Los Machucambos" en un buscador

Navegando por Internet resulta que sólo la mitad del disco es de Los Machucambos. Seis de los temas están tocados por "Los Indios Tabajaras". Resulta que el disco no se titula Los Indios. Eso va por "Los Indios Tabajaras", que firman la mitad de los temas del disco...

domingo, 17 de junio de 2012

Cancionero folklórico

He hecho un par de gestiones y ya tengo el Cancionero Foklórico que pidió Paco. Para bajarlo, hay que hacer click AQUÍ

Espero que funcione el link...  

 Pues no funcionaba. Creo que ya está arreglado

viernes, 15 de junio de 2012

Homero Manzi: La objetividad del foklore

Posicionamientos La objetividad del Folklore Por Homero Manzi Homero Manzi El folklore argentino es un tesoro desparramado por los campos, despreciado por las clases cultas del litoral, pero acunado con amoroso acento por las gentes humildes de la campaña. Mientras Buenos Aires, abriendo cada día más su puerta a la entrada del alma ajena, desoía las voces de la tierra, mientras la pericia de la ciencia oficial creaba un gusto extranjero y arbitrario, mientras los puertos recogían las voces confusas que llegaban de ultramar, pocos eran los espíritus que en lo musical, pegaban el oído a la tierra con reconcentrada actitud de rastreadores. La música de la ciudad estaba trazada sobre el pentagrama oscuro de las pasiones humanas. En cambio, la música de nuestro campo estaba conformada sobre la naturaleza. Con excepción de la vidala, canción cuya universalidad habrá de consumarse un día, todas las expresiones musicales del folklore norteño trasuntan las formas del paisaje y animan sus movimientos en la fuerza de la naturaleza. La música del campo es objetiva, la de la ciudad subjetiva. En la ciudad, los bandoneones lloran a cuenta de la pena del hombre. En el campo, las arpas y violines rústicos hablan con la voz del viento, trinan con los pájaros y mueven sus ritmos con el rudo compás de las bestias en galope o con la hamacada euritmia de los pastos castigados en el vaivén de los vientos. El santiagueño ama en primera instancia a su tierra, tiene una patria chica para ubicar su corazón. Conoce su cielo, abierto y celeste durante el día cuando apenas lo transitan el sol y las majaditas de nubes blancas, oscuro y profundo en la noche, cuando los tachonan los tucu-tucu inmóviles de las estrellas. Conoce sus ríos madres que traen el pan en las entrañas, conoce sus montes, intrincados, misteriosos, aguerridos, conoce la tremenda ansiedad de sus sequías, ejemplo bíblico que le afirma la sobriedad y conoce el terror de sus tormentas calientes, cuando braman los huracanes del sur y del norte cargando, sobre los lomos enfurecidos, nubes negras que desparraman la bendición del agua. Por eso la voz del folclore santiagueño tiene la sinceridad del testimonio cultivado en largo trance de amor. Buenos Aires vive sorda a la belleza que destila este polo mediterráneo en la silenciosa colmena de su vida espiritual. La gran ciudad del Plata, enceguecida de orgullo por las caricias de la gloria material, no sabe que lejos de ella, hay argentinos que aparentan las majadas de la leyenda. Las canciones de la tierra volverán a nutrirnos de savia auténtica y en la voz de las vidalas reconoceremos el arrullo de la urpila, despenadora impenitente de las tardes, cuando se abren en colores pálidos las flores del cardón y reconoceremos en cada danza, en cada ritmo, un pedacito del paisaje agreste donde ponen adornos los algarrobos, donde adelantan cuchillos de espinas los vinales, donde corren y revientan los ríos para secarse luego, donde cantan las hachas mordiendo las carnes duras del quebracho, donde pastan las majadas, donde se clavan las puntas del arado, donde galopan los caballitos criollos, donde ladran perros inverosímiles, donde se sufre, se trabaja, se ama, se baila y se canta. Alguna vez, alguien que sea dueño de fuerzas geniales, tendrá que realizar el ensayo de la influencia de lo popular en el destino de nuestra América, para recién entonces poder tener nosotros la noción admirativa de lo que somos. Esta pobre América que tenía su cultura y que estaba realizando, tal vez en dorado fracaso, su propia historia y a la que de pronto iluminados almirantes, reyes ecuménicos, sabios cardenales, duros guerreros y empecinados catequistas, ordenaron: ¡Cambia tu piel! ¡Viste esa ropa! ¡Ama a este Dios! ¡Danza esta música! ¡Vive esta historia!. Nuestra pobre América que comenzó a correr en una pista desconocida, detrás de metas ajenas y cargando 15 siglos de desventaja, nuestra pobre América que comenzó a tallar el cuerpo de Cristo cuando ya miles y miles de manos afiebradas por el arte y por la fe, habían perfeccionado la tarea en experiencias luminosas, nuestra pobre América que comenzó a rezar cuando ya eran prehistoria los viejos testamentos, y cuando los evangelios habían escrito su mensaje, cuando Homero había enhebrado su largo rosario de versos y cuando el Dante había cumplido su divino viaje. Nuestra pobre América que comenzó su nueva industria, cuando los toneles de Europa estaban traspasados de olorosos y antiguos alcoholes, cuando los telares estaban consagrados por las tramas sutiles y asombrosas, cuando la orfebrería podría enorgullecer su pasado con nombres de excepción, cuando verdaderos magos, seleccionando maderas con cavidades y barnices, sabían armar instrumentos de maravillosa sonoridad, cuando la historia estaba llena de guerreros, el alma llena de místicos, el pensamiento lleno de filósofos, la belleza llena de artistas y la ciencia llena de sabios. Nuestra pobre América, a la que parecía no corresponderle otro destino que el de la imitación. Todo estaba bien hecho, todo estaba insuperablemente terminado ¿para qué nuestra música? ¿para qué nuestros dioses? ¿para qué nuestras telas?¿para qué nuestra ciencia? ¿para qué nuestro vino? Todo lo que cruzaba el mar, era mejor, y cuando no teníamos salvación apareció lo popular para salvarnos, creación de pueblo, tenacidad de pueblo. Lo popular no comparó lo malo con lo bueno, hacía lo malo y cuando lo hacía creaba el gusto necesario para no rechazar su propia factura y ciegamente, inconscientemente, estoicamente, prestó su aceptación a lo que surgía de sí mismo y su repudio heroico a lo que venía desde lejos. Mientras tanto, lo antipopular, es decir, lo oculto, es decir lo perfecto, rechazando todo lo propio y aceptando todo lo ajeno, trababa esa esperanza de ser que es el destino triunfador de América. Por eso yo, ante ese drama de ser hombre del mundo, de ser hombre de América, de ser hombre argentino, me he impuesto a la tarea de amar todo lo que nace del pueblo, de amar todo lo que llega al pueblo, de amar todo lo que escucha el pueblo.

miércoles, 13 de junio de 2012

Cancionero del foklore argentino

Hace unos años que elaboré este cancionero. Recoge las primeras palabras de cada una de las estrofas de muchos temas del folklore argentino.
Siempre he pensado que cuando nos ponemos a cantar, todo el mundo se sabe las estrofas, pero nadie sabe cuál va después de cuál y las que aún nos faltan por cantar.
Espero que os guste. Cancionero

domingo, 3 de junio de 2012

Ecos de la "andinada" de junio

Se celebró la "andinada" correspondiente al mes de junio.

La asistencia fue bastante nutrida. Asistieron Marian y Juan Cánovas, Marisa y Carba, Pepín y Maria José, Martino y su mujer, Enrique, Toni (Incahuasi), Juan Luis (El Inca Paz), Jose Valle (THC), que estuvo durante poco tiempo, y Geni y el que esto suscribe (osea, yo).

Antes de la cena empezamos trasteando con algunos temas, hasta que llegaron Toni y Juan Luis, momento en que la sección de cuerda mejoró muy notablemente.

La cena estuvo bien. Al parecer, una conversación de Marian con los responsables del restaurante ha sido la causante de que la calidad de la comida se haya elevado bastante. Las tradicionales patatas estaban ricas, los calamares fritos estaban algo demasiado fritos, pero ricos, así como los pimientos de Padrón, que "non" picaban. Las costillas ricas, jugosas y con bastante carne. Los postres, dulces (alguno hubo que no gustó demasiado...) En fin, una cena digna. Lo que no se acaba de remediar es la deficiencia que afecta al vino, que se evapora, el jodido. No hay manera de evitarlo. Curiosamente este fenómeno no se produce mientras el vino está en la botella, pero es echarlo en la copa y verse el vino afectado por este curioso efecto.

Después de la cena atacamos con ahínco a los clásicos del folklore. Hubo espacio para muchas zambas y algunas chacareras (hemos dado -nunca mejor dicho- un nuevo paso hacia la posibilidad de bailar chacarera).
Multitud de temas clásicos fueron desfilando por el Verdemar, hasta que de repente miramos el reloj y eran casi las dos de la mañana... Curiosamente parecía que los del restaurante no tenían mucha prisa por marchar.